Los kioskos de mis escuelas

En mi casa de los 80 se cumplía la máxima : nada de pescados con espinas. Según el matriarcado que gobernaba,un atoro con una espina en alguna de las gargantas de los churres que corrían por allí, sería la pesadilla para todos los grandes de la casa. Así que cada sábado se comía filete sin espinas, chupe de cangrejos y arroz blanco. No recuerdo como terminaba el almuerzo porque el sueño venía a mi rapidito. Solo cuando despertaba en el silencio de las 5pm por los ronquidos de los grandes, también "privados" por el suculento almuerzo marino sabatino.

Viví así por años, evitando las espinas de los pescados que me ofrecían y las palabras de mi familia: ¡los pescados con los que te puedes atorar son: cachema, caballa, jurel, bonito, no comas esos pescados! En esos tiempos hacía caso, no fue difícil obedecer a esa máxima, sin embargo pasaron los años, más desobedientes, comenze a visitar colegios y me llamaba mucho la atención sus quioscos escolares a veces eran cuartos de madera,llenos de dulces chinos colgados, platos descartables con papas rellenas, tamalitos, arroz y ene cosas más, en otros más al sur era la gelatina, papita peruanita con huevo, ocaquita, y otras veces solo una mesita de madera bien plantada en la tierra, y encima de ella una olla con poto negro humeante y varios platitos descartables alrededor.El emjambre de niños me hacía saber que era hora de recreo y el plato más vendido de casi todos los lugares era : ceviche de caballa con arroz/pescadito frito (jurel, lisa, bonito,pejerrey pacuchino,) todos de la familia "espynititas atorinitis" Todos comían con ganas y también luchando con las espinas, vi batallas donde la pobre caballa quedaba rendida ante tanta jaladera de sus carne y otras donde las espinas de la cachema eran literalmente pulverizadas por los dientes infantiles. Aprendí de esas batallas y si ellos podían ¡yo también! así que deje de lado esas máximas familiares y me dedique a probar a los espinosos, deje los miedos,las escenas de futuros atoros y me concentrete a cada caballa y cachema que devore y encontre lo que los niños buscaban: sabor.
Nunca más hice caras a las invitaciones de los pescados de la familia "espynititas atorinitis" y los más ricos que recuerdo son los que he comido sentada bajo un algarrobo a 0.50 en San Juan de la Virgen en Tumbes,un tricolor en el Politecnico de San Pedro-Talara, del que comían todos los profes a las 11 am para resistir a la jornada y salir volando a Sullana. Un ceviche de la mesita de San José de Vice (caballa cordelera del manglar), una cachema crocante en la plaza de armas de Los Organos y mi querido ceviche de caballa con tamal verde de las señoras con mandil blanco de los Bolivarianos en Piura.
Ahora sé porque mis profes resistía un poco más la jornada escolar y porque los niños salían disparados al kiosko. Todo lo que me perdí de mi niñez me lo devolvieron los recreos, gracias a una caballa y a una cachema cordelera.

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